Las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo tienen que tener hueco en los órganos en donde se toman las decisiones sobre los servicios y apoyos, si realmente entendemos que estos están orientados a los proyectos de vida de estas personas. Las organizaciones tienen que diseñar elementos que permitan a estas personas participar en esas decisiones, con los apoyos que sean necesarios. Esto supone un cambio de visión importante y no tiene marcha atrás.
Además también debe cambiar el papel de las familias de una visión protectora a un nuevo rol de generadoras de apoyos y oportundades. En la medida en que las organizaciones demos protagonismo a las personas, también se lo daremos a las familias.
Todo ello también supone nuevas formas de liderazgo, más abiertas y participativas, que cuenten más con todos los grupos de interés y que estén más vinculadas con el entorno.